"y estad siempre preparados para responder con mansedumbre y reverencia a cada uno que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros".
1 Pedro 3:15

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lunes, 29 de agosto de 2011

Jesus El Cristo en Las Americas

Es de gran asombro para mi la gran similitud que existe entre las leyendas de los Incas con respecto a la venida de un personaje llamado Viracocha y la venida de Jesucristo resucitado a las Américas la cual se encuentra en el Libro de Mormón, dada la similitud y el paralelismo que existe entre estas 2 historias podemos afirmar que aporta gran evidencia al Libro de Mormón puesto que hay muchas partes que encajan con el relato del Libro de Mormón, Muchos detractores pudieran refutar lo siguiente pero yo les pregunto ¿de que fuente saco José Smith la historia de la venida de Jesucristo a América? ¿Existe evidencia alguna que señale que José Smith tomo dicha historia de un libro? si asi fue ¿en que libro?. Siendo jose smith un joven granjero indocto en la materia ¿como es posible que exista concordancia entre estas dos historias? se los dejo de tarea . . . y seguire esperando evidencia alguna que refute lo siguiente . . .

3 Nefi 8: 2-23

Sucedió, pues, que si este hombre no se equivocó en el cálculo de nuestro tiempo, el año treinta y tres había pasado;
y el pueblo se puso a guardar con gran anhelo la señal que había dado el profeta Samuel el Lamanita, sí, la ocasión en que habría tres días de tinieblas sobre la faz de la tierra.
Y sucedió que en el año treinta y cuatro, en el cuarto día del primer mes, se desató una gran tormenta, como jamás se había conocido en toda la tierra.
Y hubo también una grande y horrenda tempestad; y hubo terribles truenos de tal modo que sacudían toda la tierra como si estuviera a punto de dividirse.
Y hubo relámpagos extremadamente resplandecientes, como nunca se habían visto en toda la tierra.
Y se incendió la ciudad de Zarahemla.
Y se hundió la ciudad de Moroni en las profundidades del mar, y sus habitantes se ahogaron.
Y se amontonó la tierra sobre la ciudad de Moroníah, de modo que en lugar de la ciudad, apareció una enorme montaña.
Y hubo una destrucción grande y terrible en la tierra del sur.
Pero he aquí, hubo una destrucción mucho más grande y terrible en la tierra del norte; pues he aquí, toda la faz de la tierra fue alterada por causa de la tempestad, y los torbellinos, y los truenos, y los relámpagos, y los sumamente violentos temblores de toda la tierra;
y se rompieron las calzadas, y se desnivelaron los caminos, y muchos terrenos llanos se hicieron escabrosos.
Y se hundieron muchas grandes y notables ciudades, y muchas se incendiaron, y muchas fueron sacudidas hasta que sus edificios cayeron a tierra, y sus habitantes murieron, y los sitios quedaron desolados.
Y hubo algunas ciudades que permanecieron; pero el daño que sufrieron fue sumamente grande, y muchos de sus habitantes murieron.
Y hubo algunos que fueron arrebatados por el torbellino; y nadie sabe a dónde fueron a parar, sólo saben que fueron arrebatados.
Y así quedó desfigurada la superficie de toda la tierra por motivo de las tempestades, y los truenos, y los relámpagos, y los temblores de tierra.
Y he aquí, las rocas se partieron; fueron despedazadas sobre la superficie de toda la tierra, de tal modo que se hallaron hechas pedazos, y partidas y hendidas, sobre toda la faz de la tierra.
Y aconteció que cuando cesaron los truenos, y los relámpagos, y la tormenta, y la tempestad, y los temblores de la tierra —pues he aquí, duraron como unas tres horas; y algunos dijeron que fue más tiempo; no obstante, todas estas grandes y terribles cosas acontecieron en el espacio de unas tres horas— he aquí, entonces hubo tinieblas sobre la faz de la tierra.
Y sucedió que hubo densa obscuridad sobre toda la faz de la tierra, de tal manera que los habitantes que no habían caído podían sentir el vapor de tinieblas;
y no podía haber luz por causa de la obscuridad, ni velas, ni antorchas; ni podía encenderse el fuego con su leña menuda y bien seca, de modo que no podía haber ninguna luz.
Y no se veía luz alguna, ni fuego, ni vislumbre, ni el sol, ni la luna, ni las estrellas, por ser tan densos los vapores de obscuridad que había sobre la faz de la tierra.
Y sucedió que duró por el espacio de tres días, de modo que no se vio ninguna luz; y hubo grandes lamentaciones, gritos y llantos continuamente entre todo el pueblo; sí, grandes fueron los gemidos del pueblo por motivo de las tinieblas y la gran destrucción que les había sobrevenido.

3 Nefi 9: 9-10-17

Y aconteció que así pasaron los tres días. Y era la mañana, y se disipó la obscuridad de sobre la faz de la tierra, y cesó la tierra de temblar, y dejaron de hendirse las rocas, y terminaron los espantosos gemidos, y se acabaron todos los sonidos tumultuosos.
Y se integró la tierra otra vez, y se afirmó; y cesaron los lamentos, y el llanto, y los gemidos de los que quedaron vivos; y su lloro se tornó en gozo, y sus lamentaciones en alabanzas y en acción de gracias al Señor Jesucristo, su Redentor.
3 Nefi 11: 1

Y aconteció que se hallaba reunida una gran multitud del pueblo de Nefi en los alrededores del templo que se encontraba en la tierra de Abundancia, y estaban maravillándose y asombrándose entre sí, y mostrándose los unos a los otros el grande y maravilloso cambio que se había verificado.
Y también estaban conversando acerca de este Jesucristo, de quien se había dado la señal tocante a su muerte.
Y aconteció que mientras así conversaban, unos con otros, oyeron una voz como si viniera del cielo; y miraron alrededor, porque no entendieron la voz que oyeron; y no era una voz áspera ni una voz fuerte; no obstante, y a pesar de ser una voz suave, penetró hasta lo más profundo de los que la oyeron, de tal modo que no hubo parte de su cuerpo que no hiciera estremecer; sí, les penetró hasta el alma misma, e hizo arder sus corazones.
Y sucedió que de nuevo oyeron la voz, y no la entendieron.
Y nuevamente por tercera vez oyeron la voz, y aguzaron el oído para escucharla; y tenían la vista fija en dirección del sonido; y miraban atentamente hacia el cielo, de donde venía el sonido.
Y he aquí, la tercera vez entendieron la voz que oyeron; y les dijo:
He aquí a mi Hijo Amado, en quien me complazco, en quien he glorificado mi nombre: a él oíd.

Y aconteció que al entender, dirigieron la vista hacia el cielo otra vez; y he aquí, vieron a un Hombre que descendía del cielo; y estaba vestido con una túnica blanca; y descendió y se puso en medio de ellos. Y los ojos de toda la multitud se fijaron en él, y no se atrevieron a abrir la boca, ni siquiera el uno al otro, y no sabían lo que significaba, porque suponían que era un ángel que se les había aparecido.
Y aconteció que extendió la mano, y habló al pueblo, diciendo:
He aquí, yo soy Jesucristo, de quien los profetas testificaron que vendría al mundo.
Y he aquí, soy la luz y la vida del mundo; y he bebido de la amarga copa que el Padre me ha dado, y he glorificado al Padre, tomando sobre mí los pecados del mundo, con lo cual me he sometido a la voluntad del Padre en todas las cosas desde el principio.
Y sucedió que cuando Jesús hubo hablado estas palabras, toda la multitud cayó al suelo; pues recordaron que se había profetizado entre ellos que Cristo se les manifestaría después de su ascensión al cielo.
Y ocurrió que les habló el Señor, diciendo:
Levantaos y venid a mí, para que metáis vuestras manos en mi costado, y para que también palpéis las marcas de los clavos en mis manos y en mis pies, a fin de que sepáis que soy el Dios de Israel, y el Dios de toda la tierra, y que he sido muerto por los pecados del mundo.
Y aconteció que los de la multitud se adelantaron y metieron las manos en su costado, y palparon las marcas de los clavos en sus manos y en sus pies; y esto hicieron, yendo uno por uno, hasta que todos hubieron llegado; y vieron con los ojos y palparon con las manos, y supieron con certeza, y dieron testimonio de que era él, de quien habían escrito los profetas que había de venir.
Y cuando todos hubieron ido y comprobado por sí mismos, exclamaron a una voz, diciendo:
¡Hosanna! ¡Bendito sea el nombre del Más Alto Dios! Y cayeron a los pies de Jesús, y lo adoraron.

3 Nefi 17: 4-10

Pero ahora voy al Padre, y también voy a mostrarme a las tribus perdidas de Israel, porque no están perdidas para el Padre, pues él sabe a dónde las ha llevado.
Y sucedió que cuando Jesús hubo hablado así, de nuevo dirigió la vista alrededor hacia la multitud, y vio que estaban llorando, y lo miraban fijamente, como si le quisieran pedir que permaneciese un poco más con ellos.
Y les dijo: He aquí, mis entrañas rebosan de compasión por vosotros.
¿Tenéis enfermos entre vosotros? Traedlos aquí. ¿Tenéis cojos, o ciegos, o lisiados, o mutilados, o leprosos, o atrofiados, o sordos, o quienes estén afligidos de manera alguna? Traedlos aquí y yo los sanaré, porque tengo compasión de vosotros; mis entrañas rebosan de misericordia.
Pues percibo que deseáis que os muestre lo que he hecho por vuestros hermanos en Jerusalén, porque veo que vuestra fe es suficiente para que yo os sane.
Y sucedió que cuando hubo hablado así, toda la multitud, de común acuerdo, se acercó, con sus enfermos, y sus afligidos, y sus cojos, y sus ciegos, y sus mudos, y todos los que padecían cualquier aflicción; y los sanaba a todos, según se los llevaban.
Y todos ellos, tanto los que habían sido sanados, como los que estaban sanos, se postraron a sus pies y lo adoraron; y cuantos, por la multitud pudieron acercarse, le besaron los pies, al grado de que le bañaron los pies con sus lágrimas.

Lo siguiente es un extracto tomado del libro: Crónica del Perú El Señorío de los Incas Por Pedro de Cieza de León

Antes que los Ingas reinasen en estos reinos ni ellos fuesen conocidos, cuentan estos indios otra cosa muy mayor que todas aquellos dicen, por que afirman que estuvieron mucho tiempo sin ver el sol y que, padeciendo gran trabajo con esta falta, hacían grandes votos y plegarias a los que ellos tenían por dioses, pidiéndoles la lumbre de que carecian; y que estando de esta suerte, salio de la isla de Titicaca, que esta dentro de la gran laguna de collao, el sol muy resplandeciente con que todos se alegraron, y que luego que esto paso, dicen que hacia las partes del Mediodia vino y remanecio un hombre blanco de crecido cuerpo, y cual en su aspecto y persona mostraba gran autoridad y veneracion, y que este varon que asi vieron tenia tan gran poder que de los cerros hacia llanuras y de las llanuras sierras grandes, haciendo fuentes en piedras vivas. Y como tal poder le conociesen, llamabanle Hacedor de todas las cosas criadas, principio de ellas, Padre del sol, porque sin esto dicen que hacia otras cosas mayores, porque dio ser a los hombres y animales; y que en fin por su mano les vino notable beneficio. Y este tal, cuentan los indios que a mi me lo dijeron, que oyeron a sus pasados, que ellos también oyeron en los cantares que ellos de lo muy antiguo tenían, que fue de largo hacia el Norte, haciendo y obrando estas maravillas por el camino de la serrania y que nunca jamas lo volvieron a ver. En muchos lugares diz que dio orden a los hombres como viviesen y que les hablaba amorosamente y con mucha mansedumbre, amonestándoles que fuesen buenos y los unos a los otros no se hiciesen daño ni enjurio [injuria], antes, amándose, en todos hubiese caridad. Generalmente le nombran en la mayor parte Ticiviracoche, aunque en la provincia de collao le llaman Tuapaca y en otros lugares de ella Harnava [Arnahuan]. Fueronle en muchas partes hechos templos, en los cuales pusieron bultos de piedra a su semejanza y delante de ellos hacían sacrificios, los bultos grandes que están en el pueblo de Tiaguaco [Tiahuanacu] se tiene que fue[ron hechos] desde aquellos tiempos; y aunque por fama que tienen de lo pasado cuentan esto que escribo de Ticiviracocha, no saben decir de el mas ni que volviese a parte de ninguna deste reino.
Sin esto dicen que pasado algunos tiempos, volvieron [sic] otro hombre semejante al que esta dicho, el nombre del cual no cuentan, y que oyeron a sus pasados por muy cierto que por dondequiera que llegaba y hubiese enfermos los sanaba y a los ciegos con solamente palabra les daba vista; por las cuales obras tan buenas y provechosas era de todos muy amado. Y de esta manera, obrando con su palabra grandes cosas, llego a la provincia de los Canas, en la cual, junto a un pueblo que ha por nombre Cacha, y que en el tiene encomienda el capitan Bartolome de Terrazas, levantando de los naturales inconsideramente fueron para el con voluntad de lo apedrear y conformando la obra con ella le vieron hincado de rodillas, alzadas las manos al cielo, como que invocaba el fabor divino para se librar del aprieto en que se veía. Afirman estos indios mas, que luego pareció un fuego del cielo tan grande que pensaron todos ser abrazados; temerosos y llenos de gran temblor fueron para el que asi querian matar y con clamores grandes le suplicaron de aquel aprieto librarlos quisiese, pues conocían por el pecado que habían cometido en lo así querer apedrear les venia aquel castigo. Vieron luego que, mandando al fuego que cesase, se apago, quedando con el incendio consumidas y gastadas las piedras de tal manera que ellas mismas se hacen testigos de haber pasado esto que se ha escrito, porque se ven quemadas y tan livianas que, aunque sea algo crecida, es levantada con la mano como corcho. Y sobre esta materia dicen mas, que saliendo de ahí fue hasta llegar a la costa de la mar, adonde, tendiendo su manto, se fue por entre sus ondas y que nunca jamas pareció ni le vieron; y como se fue, le pusieron por nombre "Viracocha" que quiere decir "espuma de la mar". E luego que esto paso, se hizo un templo en este pueblo de cacha.

Transcrito textualmente de las pags. 305-306

Negritas y Cursiva agregadas

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