Por el Presidente Spencer W. Kimball
Hace algún tiempo el escribí una carta a un incrédulo. Últimamente he estado pensando en muchas de las cosas que decía en aquella carta, y quisiera comparitr con vosotros la esencia de su contenido. Con esta explicación, entenderéis mejor el punto de vista que asumí al escribirla, y el estilo que elegí para expresarme. La carta decía así:
Querido Juan:
La resistencia y los argumentos que esgrimes en contra de las verdades del Evangelio, me han causado grave preocupación.
La resistencia y los argumentos que esgrimes en contra de las verdades del Evangelio, me han causado grave preocupación.
Comprendo que no puedo convencerte en contra de tu voluntad, pero me consta que puedo ayudarte si me escuchas y me permites llamarte la atención sobre ciertas verdades sobresalientes, y en especial, si escuchas con una oración en tu corazón y con el deseo de saber que lo que te digo es la verdad. No trataría de forzar tus pensamientos ni siquiera aunque pudiera hacerlo, puesto que el libre albedrío es la ley básica de Dios y cada uno de nosotros debe asumir la responsabilidad de sus propias reacciones. Pero, ciertamente, también cada uno de nosotros debe cumplir con su deber de influir para el bien, sobre todos aquellos que necesiten alguna ayuda.
El Señor le dijo a Enoc:
"He allí a tus hermanos; son la obra de mis propias manos, y yo les di su conocimiento el día en que los hice; y en el Jardín de Edén le di al hombre su albedrío." (Moisés 7:32.)
He permanecido despierto muchas horas, y he ofrecido de rodillas muchas oraciones fervientes, con la esperanza de que pueda decirte las palabras exactas y de que tú puedas recibirlas con el mismo espíritu de humildad con que te las ofrezco.
El encontrar la verdad en la vida no se trata simplemente de un asunto de opiniones. Hay verdades absolutas y verdades relativas. Las normas de dietética, o sea, las que se refieren a la nutrición, han cambiado infinidad de veces durante el transcurso de mi vida; muchos otros descubrimientos científicos cambian constantemente. Por mucho tiempo, los científicos enseñaron que la tierra era una nebulosa masa fundida que se había desprendido del sol; más tarde, otros afirmaron que era una bola de polvo que se había solidificado. Muchas son las ideas que se han dado a conocer al mundo, que más tarde han sido cambiadas para adaptarlas al descubrimiento de una nueva verdad.
Hay verdades relativas. Pero también hay verdades absolutas, inalterables, que eran las mismas ayer, lo son hoy y lo serán por siempre. Estas verdades no pueden ser cambiadas de acuerdo con las opiniones de los hombres.
A medida que la ciencia nos ha ido dando más conocimientos sobre el mundo que nos rodea, ciertas ideas vastamente aceptadas por los científicos han tenido que abandonarse en favor de nuevas verdades que se han descubierto; Algunas de ellas se mantuvieron firmes durante muchos síglos. La más sincera investigación científica a menudo sólo llega hasta el umbral de la verdad, mientras que por otra parte existen hechos revelados que nos dan algunas verdades absolutas, como punto de partida para que podamos comenzar a comprender la naturaleza del hombre y el propósito de su vida.
La tierra es esférica. Aunque los cuatro billones de habitantes de este mundo pensaran que es plana, estarían todos en error; esta es una verdad absoluta y no hay discusión en el mundo que pueda cambiarla. Un cuerpo más pesado que el aire no puede mantenerse suspendido por sí mismo, sino que al soltarlo cae hacia la tierra. La ley de gravedad que hace que esto sea así, es una verdad absoluta e inalterable. Las leyes mayores pueden superar a las menores, pero ello no hace variar la innegable verdad de éstas.
Podemos aprender sobre estas verdades absolutas por medio del espíritu. Ellas son "independientes" en su esfera espiritual y deben descubrirse espiritualmente, aunque se puedan confirmar por medio de la experiencia o el intelecto (Véase D. y C. 93:30). El gran profeta Jacob dijo que "el Espíritu habla la verdad ... Por tanto, habla de las cosas como realmente son, y como realmente serán" (Jacob 4:13). Y nosotros necesitamos que se nos enseñe, a fin de poder comprender la vida y quiénes somos.
Dios, nuestro Padre Celestial -Elohim- vive. Esta es una verdad absoluta. Y aunque los cuatro billones de los hijos de los hombres que viven en la tierra lo ignoraran y desconocieran sus atributos y poderes, todavía sería un hecho que El vive. Toda la gente que vive en la tierra podrá negarlo y no creer en El; pero El vive, aun a pesar de ello. Los seres humanos pueden tener sus propias opiniones con respecto a El; pero aún así, Su forma, Sus poderes y atributos no cambian con las opiniones de los hombres. Dios vive. En resumen, una opinión en sí misma no iene poder alguno con respecto a una verdad absoluta.
Jesucristo es el Hijo de Dios, el Todopoderoso, el Creador, el Maestro de la única forma de vida pura que existe: el Evangelio de Jesucristo. El intelectual puede borrarlo de sus razonamientos filosóficos, el incrédulo puede burlarse de Su existencia, pero aún así Cristo vive y guía los destinos de Su pueblo. esta es una verdad absoluta que no puede negarse.
Supongamos que un relojero en suiza reúne los materiales y hace un reloj, que más tarde es encontrado en medio de un desierto de los Estados Unidos. La persona que encuentra el reloj jamás ha estado en Suiza, no conoce al relojero, ni lo ha observado mientras hacía el reloj. Pero el relojero todavía existe, a pesar de aquellos que ignoran su existencia o experiencia. Si el reloj pudiera hablar, quizás hasta dijera: "No hay un relojero". Mas esto no alteraría la verdad de que el relojero existe y lo hizo.
Si las personas son verdaderamente humildes llegarán a comprender que el hombre puede descubrir, pero no crear la verdad.
Los Dioses organizaron la tierra con materiales que ya existían, y sobre los cuales tenían poder y control. Esta es una verdad absoluta. Aunque un millón de personas extremadamente instruidas puedan especular y declarar que la tierra se formó por pura coincidencia, la verdad todavía permanece. La tierra fue hecha por los Dioses, al igual que el reloj fue hecho por el relojero, y las opiniones no pueden hacer variar esta verdad.
Los Dioses formaron al hombre, le dieron vida y lo colocaron sobre la tierra. Esta es una verdad absoluta, que no puede ser refutada con pruebas. Un millón de brillantes intelectos pueden hacer conjeturas contrarias, pero esto seguirá siendo verdad. Habiendo hecho todo eso en favor de los hijos de Su Padre, Cristo preparó un plan para el hombre, un programa completo y positivo por el cual pudiera éste sobreponerse a sus debilidades, conquistarse y perfeccionarse. Repito, estas verdades vitales no son un asunto de opiniones; si lo fueran, la opinión de cada uno de nosotros sería tan valedera o más aún que la de los demás. Estas cosas de que te habló, no son mi opinión, sino que como verdades divinas, son absolutas.
Algún día verás, sentirás y comprenderás, y quizás te reproches por la innecesaria demora y pérdida de tiempo. No tengo la menor duda de que te sucederá; sólo me pregunto cuándo.
Las experiencias en una cosa no nos hace automáticamente expertos en otra. La erudición religiosa sólo puede ser resultado de la rectitud personal y de la revelación. El Señor dijo al profeta José Smith:
"Toda verdad ... queda en libertad de obrar por sí misma en aquella esfera en la que Dios la colocó ..." (D. y C. 93:30.)
Un geólogo que haya descubierto muchas verdades sobre la estructura terrestre, puede ser totalmente indiferente a las verdades que Dios nos ha dado concernientes a la naturaleza eterna de la familia.
Hay algo que quisiera hacerte comprender, algo que me dará una base para continuar: el hombre no puede encontrar a Dios ni conocer sus caminos por medio de meros procesos mentales.
Es necesario ser gobernado por las leyes que controlan el medio que uno está tratando de investigar. Por ejemplo, para ser plomero es necesario estudiar las leyes de la plomería; es preciso conocer los puntos débiles y los fuertes, la temperatura de congelación de cañerias y tubos, los efectos del vapor, el agua caliente, la expansión y contracción de metales, etc. Pero se puede saber mucho sobre plomería, y ser un completo fracaso en la enseñanza de los niños o en el trato con los semejantes. Se puede ser el mejor tenedor de libros del mundo, y no saber absolutamene nada de electricidad. Se puede ser un experto en la compra y venta de inmuebles, pero completamente ignorante respecto a la construcción de puentes. Se puede ser una autoridad en la bomba de hidrógeno, y sin embargo, no saber nada de operaciones bancarias. Se puede ser un renombrado teólogo, y no tener ningún conocimiento sobre la fabricación de relojes. Se puede ser el mismo autor de la ley de la relatividad, y no saber absolutamente nada del Creador, quien ha originado cada ley del universo.
Te repito, esto no es asunto de opiniones. Estas son verdades absolutas, y están al alcance de cada alma humana.
Cualquier persona inteligente puede aprender todo aquello que desee, puede adquirir conocimiento en cualquier materia, aunque le cueste un gran esfuerzo hacerlo. Lleva más de una década llegar a graduarse en la escuela secundaria; en la mayoría de los casos, hay que estudiar por lo menos cuatro años más para lograr un título universitario y muchos años para llegar a ser un gran médico o abogado. ¿Cómo es posible, entonces, que las personas crean que pueden penetrar las más profundas complejidades espirituales, sin pasar por el proceso experimental y analítico necesario, y sin cumplir las leyes que gobiernan ese conocimiento? Resulta absurdo, pero frecuentemente encontramos disertando sobre religión a personas que jamas han tratado de vivir la más sencilla de las leyes de Dios. ¡Cuán ridiculo es que esas personas piensen que puedes bosquejar una línea de conducta para el mundo!
Sin embargo, tenemos a muchos grandes políticos, profesores, financistas que, porque sienten que se han elevado por encima de sus semejanes en su carrera o profesión, creen también que dominan todo otro conocimiento.
Es imposible para el hombre llegar a conocer a Dios o comprender su obra, sin obedecer las leyes que lo gobiernan a El y dirigen su obra. El reino espiritual, que es tan absoluto y real como el material, no puede comprenderse por medio de las leyes físicas. Tú no podrías aprender a fabricar generadores electrónicos en un seminario religioso; tampoco podrías aprender verdades espirituales en un laboratorio de física, sino que es necesario que vayas a un laboratorio espiritual, hagas uso de todos los instrumentos que estén
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