Por el presidente N. Eldon Tanner
Conozco a dos hombres que tuvieron una infancia muy parecida. Ambos nacieron de padres que eran mormones activos y vivían en la misma comunidad; asistían al mismo barrio, tenían los mismos maestros, el mismo obispo, los mismo amigos e incluso iban a la misma escuela. En la actualidad esos dos hombres son totalmente diferentes, no solamente en su profesión, sino en su filosofía acerca de la vida y su grado de espiritualidad. Ambos han tenido éxito en su carrera, y tienen una buena posición económica, pero esa es toda la semejanza que hay entre los dos. Uno de ellos desempeña una posición de gran responsabilidad en la Iglesia y tiene una familia que honra a sus padres; sus hijos han vivido de acuerdo con las enseñanzas del evangelio, esforzándose por ser el orgullo de sus nobles progenitores, su Iglesia y su comunidad.
El otro hombre, poco a poco se fue alejando de la religión y se casó con alguien que no era miembro de la Iglesia; tuvieron hijos de los cuales, por lo menos dos, han sido motivo de una constante preocupación debido a sus amistades, las que los condujeron a lo que parecía una serie interminable de violaciones a la ley: manejaban por encima del límite de velocidad o después de haber tomado bedidas alcohólicas, se daban a las drogas, etc.
Es muy común ver este contraste en los estilos de vida, y no es mi intención juzgar ni indicar quién es responsable por dicho comportamiento. Sin embargo, cuando el hombre que se alejó de la Iglesia vino en medio de su desesperación en busca de consejo, no pude menos que reflexionar y hacerme preguntas acerca de todas esas influencias que alejan a un hombre de su fe y su creencias. Medité acerca de las circunstancias que llevaron a cada uno de estos hombres a sus actual situación en la vida, y recordé las palabras de Pablo cuando advirtió a los élderes de la Iglesia en Efeso diciéndoles:
"Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual El ganó por su propia sangre.
Es muy común ver este contraste en los estilos de vida, y no es mi intención juzgar ni indicar quién es responsable por dicho comportamiento. Sin embargo, cuando el hombre que se alejó de la Iglesia vino en medio de su desesperación en busca de consejo, no pude menos que reflexionar y hacerme preguntas acerca de todas esas influencias que alejan a un hombre de su fe y su creencias. Medité acerca de las circunstancias que llevaron a cada uno de estos hombres a sus actual situación en la vida, y recordé las palabras de Pablo cuando advirtió a los élderes de la Iglesia en Efeso diciéndoles:
"Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual El ganó por su propia sangre.
Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.
Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos" (Hech. 20:28-30.)
Tiempo después, luego de expresar agradeciemiento al Señor por el amor, la fe y la esperanza de los colosenses cuando aceptaron el Evangelio de Jesucristo, Pablo les advirtió de la siguiente manera:
"Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según cristo."
¿Por qué algunos hombres se engañan con las filosofías del mundo, mientras que otros pueden aceptar el evangelio y sus enseñanzas por medio de la fe? Algunos son como Tomás, quien no estaba con los Doce Apóstoles cuando Jesús se les apareció después de su resurrección. recordad lo que sucedió:
"Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces, Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!" Entonces, ante el reconocimiento de Tomás, el Salvador le dijo: "Porque me has visto, Tomás creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron." (Juan 20:25, 27, 29.) A veces pienso que en el mundo actual hay más sentimientos anticristianos de disputa y desconcierto que antes; es posible que esto sea así, si consideramos el aumento de la población mundial; pero siempre ha habido disidentes, perseguidores y falsos profetas, para conducir a la gente por el mal camino y destruir el divino plan de nuestro Padre Celestial. En la conferencia de octubre de 1909, el presidente Joseph F. Smith dijo: "Quizás no haya habido otra época en la que hubiera más falsos profetas, más visionarios o falsos Cristos que en la actualidad. Casi todos los días nos envían cartas dándonos instrucciones, amenazándonos, amonestándonos, advirtiéndonos y haciendonos saber que han recibido revelaciones ... Cualquiera puede llevar adelante alguna idea disparatada, o ponerse a organizar algún tipo de iglesia, y aun cuando lo que proclame sea sin sentido, siempre encontrará el apoyo de alguien que sepa tan poco como él. A los fieles Santos de los Últimos días se les da el derecho de conocer la verdad, tal como Dios la conoce, y no hay poder que pueda llevarlos por un camino equivocado, anublar su entendimiento, confundir su mente o debilitar su fe o su conocimiento de los principios del Evangelio de Jesucristo. Eso no puede suceder, porque la luz de Dios brilla con más fuerza que la falsedad y el error. Por lo tanto, aquellos que poseen la luz de Cristo, el espíritu de revelación y el conocimiento de Dios se elevan por encima de todas las extravagancias del mundo; ellos conocen esta doctrina, la cual es de Dios y no de los hombres." (Conference Report, págs. 8-9) Somos en verdad afortunados por comprender el propósio de la misión de Cristo, por tener el evangelio, por ser guiado por un profeta de Dios, y por el estímulo que nos dan los testimonios de las Autoridades Generales y de otros que nos testifican de la autenticidad del Evangelio de Jesucristo. Se nos insta a estudiar y a obtener un conocimiento personal de que esta obra es verdadera, y cada persona puede tener ese testimonio por medio del estudio y la oración. En la conferencia General de octubre de 1935, el élder Stephen L. Richards, en ese entonces miembro del Consejo de los Doce, dijo lo siguiente: "Yo creo que se requiere el mismo alto grado de inteligencia para comprender e interpretar las cosas del espíritu, que para comprender la verdades de la ciencia y otros asuntos similares. Creo que las realizaciones y los logros en el campo religioso son tan valiosos y dignos de encomio como lo son en el campo de la ciencia, en el de los negocios, el comercio y todos los demás asuntos del mundo. También opino que muchas personas en este mundo no creen en estas cosas, y han menospreciado de tal manera el verdadero valor de las cosas espirituales y de las actividades religiosas, que se han apartado de las instituciones religiosas, de los conceptos espirituales y de este mundo maravilloso que está más allá del llamado mundo de las cosas materiales. Para mí, esto es lo peor que le puede suceder al ser humano, y creo que la juventud de nuestra Iglesia, desgraciadamente, no está libre de la influencia de esta filosofía mundana que practicamente ha invadido la mente y el razonamiento del hombre." A continuación expreso su gran preocupación por la juventud de esta tierra, la que está sometida a filosofías mundanas que niegan la existencia del mundo espiritual, y agregó: "La educación ha contribuido grandemente a crear este estado de cosas, no en forma premeditada, pero cierta, por lo que estoy casi seguro de que se pueden encontrar muchos hombres y mujeres que han perdido la fe y se han apartado de las antiguas prácticas y tradiciones, porque esas cosas no solamente se han omitido, sino que se han pasado por alto con premeditación, y a menudo las han despreciado los sistemas educativos y las influencias de aquellos de quienes depende la educación de la juventud ... Creo que al pedir a los maestros del país que animen a sus alumnos a mantenerse receptivos a todas estas preguntas que afectan la fe de sus padres, no solamente estoy hablando de acuerdo con el sentir de nuestra Iglesia, sino con el sentimiento de todas las buenas personas religiosas que tratan de llevar a la juventud de sus iglesias el Espíritu, la teología y las tradiciones que fomentan. Es algo muy fácil hacer flaquear la fe en este mundo de materialismo, en este mundo de desarrollo científico, donde se ha hecho tanto hincapié en el progreso y el desarrollo científico que han estado de manifiesto en las últimas décadas. Es muy fácil decir una palabra que debilite la fe. Espero que aquellos de cuyas manos dependan la formación de los conceptos en los jóvenes y el desarrollo de su personalidad y carácter sean muy cuidadosos al respecto. Como partidiario y administrador del sistema de escuelas públicas, el cual considero uno de los más grandes factores de la civilización de la raza, al que siempre he estimado como un componente esencial de la democracia, y del que depende la educación de mis hijos, abrigo la idea de que los que enseñan no tienen derecho alguno de decir una sola palabra o promover un pensamiento que derribe la fe de mis hijos y los aleje de nuestras creencias. Nuestra juventud es especialmente susceptible a influencias que la alejan de la fe, porque, en mi opinión, los jóvenes no siempre tienen una comprensión adecuada y apropiada del Evangelio de Jesucristo. Aveces tengo miedo de que por preocuparme demasiado por las reglas, las inhibiciones y las restricciones, no puedan apreciar lo positivo, hermoso, y edificante del Evangelio de Jesús y el mensaje de gozo que encierra ... Deseo que nos sea posible enseñar a nuestra juventud que todas las satisfaciones perdurables que puedan desear, todo el gozo y placer real de la vida, han de encontrarse en la prosecución de los principios del evangelio y no en la oposición a éstos." (Conference Report, oct. de 1935, págs. 94-96.) No es posible ser feliz y obtener paz mental a menos que se logre por medio de la obediencia a los mandamientos de Dios. No es posible obtener la salvación o la vida eterna a menos que aceptemos el evangelio y vivamos de acuerdo con sus enseñanzas. No hay problema que estén enfrentando las naciones del mundo o las personas en forma individual cuya respuesta no se encuentre en el Evangelio de Jesucristo. El vino al mundo con el propósito de darnos el plan de vida y salvación por medio del cual pudiéramos disfrutar de la felicidad y la vida eterna. Me gustaría citar el mensaje de Pablo a los efesios: " Un cuerpo, y un espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos ... Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombre que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo." (Ef. 4:4-6, 11:15.)
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